AUKUS: el fiasco que hundió la soberania australiana (Andrew Fowler)

Han pasado tres años desde que Estados Unidos, Australia y Reino Unido anunciaron, el 15 de septiembre de 2021, la creación de una asociación de seguridad llamada AUKUS. Una parte crucial del acuerdo involucraba a Estados Unidos y al Reino Unido ayudando a Australia a adquirir submarinos de propulsión nuclear. Esta decisión del gobierno de Morrison implicó abandonar un acuerdo de A$90 mil millones con una compañía francesa para comprar 12 submarinos, lo que generó controversia.



En los últimos meses, el acuerdo AUKUS ha sido criticado por ex primeros ministros como Paul Keating y Malcolm Turnbull, ex ministro de Relaciones Exteriores Gareth Evans, y varios medios. Los críticos han destacado seis argumentos principales: que el pacto aumenta las perspectivas de guerra con China, que Australia no necesita submarinos de propulsión nuclear, que el acuerdo incomoda a los vecinos en el sudeste de Asia, que nos ata demasiado estrechamente a Estados Unidos y Reino Unido, que el costo previsto es extremadamente alto, entre A$268 y A$368 mil millones y que, en el peor de los casos, los submarinos franceses hubieran estado operativos mucho antes que los contratados en el acuerdo AUKUS, incluso si Donald Trump no modifica ninguno de los términos del contrato, algo más que dudoso si se revisan sus últimas declaraciones al respecto.

En su reciente trabajo de investigación "Nuked: The Submarine Fisaco that Sank Australia Sovereignty", el reputado periodista Andrew Fowler comparte con los líderes laboristas Gareth Evans y Paul Keating que AUKUS es, usando sus palabras, "el peor acuerdo en toda la historia".

Fowler asegura que el PM Scott Morrison se otorgó la capacidad de decidir en un asunto estratégico cuando, en realidad, no es más que un ex gerente de marketing turístico y militante fundamentalista cristiano sin capacitación en asuntos estratégicos.

Sostiene que el cambio en cuestión supuso el abandono de adquisición y transferencia tecnológica de un mayor número de submarinos franceses, mucho más baratos y más adecuados a la doctrina militar australiana, para abandonarse a una iniciativa estratégica supeditada a los intereses de EEUU, minando un aspecto clave: la compra de los submarinos franceses le hubiera otorgado a Australia mayor independencia operacional, disponibilidad más inmediata, transferencia tecnológica y una posición más influyente en el escenario Indo-Pacífico.

Sugiere Fowler que Scott Morrison defendió el acuerdo AUKUS aludiendo casi a "una misión divina", cuando hasta un acuerdo con los albaneses habría sido objeto de un estudio coste-beneficio más detallado.

AUKUS viene a complicar las relaciones con China y conviene no olvidar que éste es el mayor socio comercial de Australia. La base naval de Garden Island va a albergar indefectiblemente submarinos de EEUU o Reino Unido, afirma el líder de la oposición Peter Dutton, lo que va a afectar seriamente la relación de Australia con China. Finalmente, el líder laborista, aduce que el coste del proyecto AUKUS es obsceno, sobre todo si se tiene en cuenta que las políticas sociales del país apenas pueden proveer de vivienda digna a la población joven de Australia.

Incluso aquellos con experiencia ampliamente respetada en tales asuntos, tales como Hugh Blanco, han puesto en duda la viabilidad de AUKUS. Blanco tiene escrito que “largos retrasos y sobrecostos son ciertos. El fracaso absoluto es una posibilidad real.”

Fowler prosigue en su crítica afirmando que muchos miembros del gabinete australiano han tomado la puerta giratoria y ocupado "posiciones lucrativas" en la industria de defensa, aprovechando el impulso del proyecto. El periodista afirma, literalmente:


el nivel de incompetencia en el gobierno de Australia fue impresionante, al igual que las repercusiones. Los Estados Unidos estarían decidiendo qué tipo de submarinos se venderían a Australia, cuántos años tendrían, cuántos habría, cuándo se entregarían e incluso si se venderían.

Era de esperar que Washington actuara en su propio interés. Lo que es extraordinario es la posibilidad de que Morrison realmente creyera que lo que era mejor para los Estados Unidos era mejor para Australia. Igual de extraordinario es el hecho de que el Partido Laborista, quizá temeroso de la historia, abrazó el acuerdo que hizo a Australia tan vulnerable, socavando su independencia y soberanía.

 

Para Fowler, la mejor noticia es que tal vez estos submarinos no sean nunca una realidad, pese a que también cree que los australianos acabaran resarciendo a norteamericanos y británicos en beneficio de sus astilleros y acaba concluyendo que Australia no necesita enemigos, teniendo amigos como éstos.

Carles S. Pelfort


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