Dinamarca, felicidad y socialdemocracia

El World Happiness Record es, sin duda, uno de los informes más controvertidos de los que elabora la ONU. Cuesta creer, por ejemplo, que México tenga un índice de felicidad parejo al de Francia o muy superior al de España, pero esto no es lo que me interesa contar ahora mismo.

Según ese índice, los países nórdicos copan los primeros cuatro puestos de esa lista y se van turnando en el primer puesto. Este fenómeno ha sido ampliamente estudiado por todo tipo de instituciones, universidades, gobiernos y hasta empresas privadas, tratando de averiguar cuáles son los factores más decisivos para la consecución de la "felicidad colectiva".

En su última emisión de radio en Freakonomics.com, nuestros amigos Dubner y Levitt, abordan este tema bajo el título de "How to be happy". Para ello, Dubner utiliza los relatos de una pareja de ingleses que deciden mudarse a Dinamarca y las opiniones de personajes relevantes como Meik Wiking, el director del Hapiness Research Institute o Jeff Sachs, profesor de la Universidad de Columbia y colaborador de la ONU en proyectos de desarrollo sostenible.

La pareja inglesa que decide mudarse a Dinamarca lo hace porque el marido decide ir a trabajar para Lego, aceptando porque esto le suponía una mejora profesional importante. Helen Russell, su mujer, decide acompañarle e instalarse con el en un pueblo danés. Durante mucho tiempo, se sume en la desesperación al comprobar que la feliz Dinamarca es para ella, un lugar desangelado e inhóspito. Sin embargo, después del primer shock, Helen decidió intentar averiguar por sí misma el secreto de la felicidad danesa, mediante un estudio de campo en que interrogó a una gran variedad de ciudadanos daneses y que, al cabo de un año, la llevó a entender a esa sociedad, a ser ella misma mucho más feliz y una firme defensora del modelo de vida danés.

Algunas consideraciones puntuales, a modo de resumen:
  • Fue el cuarto rey de Bután, allá por 1971, quien decidió medir la felicidad de su pueblo y promulgó leyes en que el desarrollo económico no fuese el único criterio de actuación, sino que se evaluase rigurosamente el factor "coste-beneficio" sobre el índice de felicidad de la población. Bután sigue siendo un país pobre.
  • En países como EEUU, el incremento de los ingresos de la ciudadanía no hacen incrementar los índices de felicidad.
  • Para los daneses, la salud y la educación gratuitas, junto a las coberturas sociales por maternidad o enfermedad, son las bases de su bienestar.
  • En Dinamarca está muy bien visto abandonar el trabajo a la hora justa, para dedicar más tiempo a la familia, al deporte o a las aficiones. Durante el trabajo, no son especialmente amables ni serviciales, simplemente trabajan. No se deshacen en atenciones ni sonrisas, como en los países anglosajones, porque tampoco sienten que su trabajo dependa de ello.
  • Trabajan de promedio 23-24 horas semanales. Esto les deja tiempo para el "hygge", algo que contribuye notablemente a su felicidad según ellos mismos aseguran. Hygge sería la vida en comunidad, crear espacios confortables, con una atmósfera familiar, cálida, que te rodee. No en vano, Dinamarca es el mayor consumidor de velas de Europa.
  • En los países nórdicos en general, no conocen las epidemias de obesidad y de adicción a los opiaceos que hacen estragos en EEUU.
  • La confianza en el prójimo es tal que muchos daneses no cierran la puerta de casa o de sus coches en la mayoría de casos. Incluso dejan que sus hijos duerman en su cochecito en la calle mientras hacen la compra.
  • Los daneses dan más valor a la salud que al éxito social o empresarial. Como quiera que hay mayor cohesión social, tienden menos a compararse entre ellos y a sentirse frustrados.
  • Algunos gobiernos, como el de Corea del Sur, han entablado relaciones con el gobierno danés para intentar "importar" esta felicidad a sus países. 
¿Por qué, entonces, a la vista de este recetario, no se registra un intento real y serio por parte de otras sociedades para acercarse a este modelo social?

Según los expertos, el principal problema son los impuestos. En Dinamarca se paga entre un 40 y un 50% de impuestos. Así pues, un utilitario nuevo nos costaría fácilmente 20.000 euros. Sin embargo, la vivienda no está demasiado cara. Si tenemos en cuenta que su salario neto medio es  de unos 2500 euros, quizá incluso es más barata que en España. 

Mención aparte, y ahora viene lo de la socialdemocracia, merece el tema de cómo los daneses ven a los inmigrantes. No es nuevo que se les acuse de poca sensibilidad hacia el problema de la inmigración. Incluso en EEUU ven con extrañeza que un sistema tan basado en la  socialdemocracia  sea tan inflexible con el control de la inmigración como lo pudiera ser un sistema republicano de derechas. Hay que puntualizar que en los EEUU el término socialdemócrata está confusamente cercano al comunismo para la mayoría de la población.

Los expertos, sin embargo, aducen que lo que sí se da en Dinamarca es el deseo de mantener el sistema de protección estatal y que esto, a veces, conlleva incomprensión hacia otros colectivos que no valoran el esfuerzo que esto supone. Es por ello que actualmente la xenofobia también ha entrado en el parlamento de la mano del Partido Popular y que los controles sobre los residentes se están acrecentando.














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