¿Podría existir algo que no agrandase la brecha de género?

 ¿La teoría de las cuerdas? ¿Los colores del arco iris? ¿La hidroponía? 

Hoy, nada más levantarme, el diario el País me escupe de nuevo una de esas noticias que, pese a no afectarme por estar ya jubilado, me parecen material inflamable propicio para la creación de nuevos adeptos a la extrema derecha española. Léase:

EL TIEMPO DE MILI SEGUIRÁ SIN CONTRIBUIR A LA JUBILACIÓN PARA NO AGRANDAR LA BRECHA DE GÉNERO




¿Debo ser yo la única persona para la cual esta afirmación no solo es una provocación sino una injusticia flagrante?

Me explico. 

Corría el año 1982, más concretamente el verano de Naranjito, y pese a todos mis intentos de encontrar un motivo de salud que me eximiera de perder el tiempo haciendo el servicio militar obligatorio, los doctores del hospital militar dictaminaron que los ataques de asma que sufría desde niño eran leves y perfectamente compatibles con la mili, aunque meses después tuvieran que darme oxígeno en Zaragoza tras caer desmayado en unas "maniobras".

Pero lo que hace absolutamente injusta la información del titular es que, finalizado mi servicio militar, varias de mis compañeras de promoción ya me habían adelantado un curso entero en la carrera hacia un doctorado que me abriese las puertas de un departamento universitario.

Para no aburrir al lector, baste con decir que ese curso perdido hacia el doctorado me cerró las puertas de la universidad por casi un lustro, mientras dos de mis compañeras, con las que incluso había trabajado conjuntamente, ocuparon unos puestos que me dejaban fuera del acceso a un departamento de biología, hecho que se repitió más tarde en mi acceso a la condición de profesor titular. Con los números en la mano, un perjuicio que, actualizado con las tablas de inflación, mermó mis ingresos durante esos años en unos cien mil euros y, lo que todavía es más sangrante, hizo que mi jubilación se demorase dos años más de lo necesario si no hubiese sido obligado a hacer el servicio militar.

Y no soy un caso aislado. Algo muy similar le ocurrió a un primo mayor que yo por el hecho de haber empezado a preparar el acceso a notario 18 meses más tarde que sus compañeras de la carrera de derecho.

No me cabe duda de que existen en el mundo del trabajo factores que redundan en la brecha laboral, como tampoco me cabe duda de que muchos de los que se citan no generan en absoluto esa brecha. 

La atención a un hijo, los permisos de maternidad cuando no los había de paternidad, las jornadas reducidas por atender a menor..., son factores que pueden agrandar la brecha laboral en muchos casos, pero en otros pueden contribuir a reducirla. No son pocas las mujeres en los departamentos universitarios en que he trabajado que han visto como se reducía su carga lectiva (y no la de investigación y publicación) por razón de su reducción de jornada motivada por cuidado de hijo. ¿Pudo acceder el padre a esa reducción en esas mismas condiciones? En mi caso, el no es rotundo.

Por lo dicho, si no queremos banalizar el fenómeno de la brecha salarial y, con ello, dar pábulo a argumentos populistas de formaciones políticas que no tienen nada bueno que ofrecernos, deberíamos redefinir y acotar de manera justa qué constituye indiscutiblemente un factor de brecha de género.

Si el lector ha llegado hasta aquí, le pido disculpas por lo provocativo de mi titular, pero creo estos cortafuegos son muchas veces necesarios para que, precisamente, algo como la brecha salarial no sea puesta en entredicho por quienes menos deberían hacerlo.





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